UN FENOMENO ARGENTINO EN BUSQUEDA DE MERCADOS INTERNACIONALES
Entender la problemática de las víctimas del terrorismo implica comprender su maridazgo con el terrorismo; una cuestión va de la mano de la otra de manera inseparable, aspecto que Kofi Annan, Secretario General de las Naciones Unidas presentó con exquisita claridad en su informe de abril de 2006: “Los actos terroristas niegan a sus víctimas el disfrute de sus derechos humanos más fundamentales. Por lo tanto, una estrategia contra el terrorismo debe estar centrada en las víctimas y en la promoción de sus derechos (…). Los grupos que recurren a tácticas terroristas lo hacen porque creen que esas tácticas son eficaces y contarán con la aprobación de muchos, o por lo menos de aquellos en cuyo nombre pretenden actuar (…) debemos dejar perfectamente en claro que ninguna causa, por más justa que sea, puede ser excusa para el terrorismo. Ello incluye la legítima lucha de los pueblos por la libre determinación. Ni siquiera ese derecho fundamental definido en la Carta de las Naciones Unidas justifica el asesinato y la mutilación deliberados de civiles y no combatientes.”
Sin embargo, este discurso que se impulsa desde foros internacionales, no se compadece en absoluto con la realidad argentina donde se reparó a quien puso la bomba y se ignoró a quienes la padecieron. Uno de los tantos ejemplos lo rescata Juan B. Yofre en su libro “Nadie Fue” donde relata los pormenores de Alfredo Rubén Velásquez, quien participó y murió en el ataque al Regimiento de Formosa en 1975, fue enterrado como NN y posteriormente identificado. Pese a ello hoy figura como desaparecido y sus familiares fueron indemnizados por el Estado.
Durante años la construcción política de la izquierda violenta se realizó a partir de imponer la condición de víctimas civiles a los propios terroristas, y de ello se vieron beneficiados, desde el punto de vista económico y político, varios movimientos latinoamericanos. Todo indica que muchos percibieron que no hay mejor estrategia para desarticular un ataque, que colocarse como víctima antes de tiempo, de esta manera la tarea del contrincante será la de revertir lo que el otro hizo y no de imponer primero sus conceptos, nos dejó dicho Sun Tzu.
Así como para los terroristas mezclarse entre los civiles y realizar sus ataques, fue muy caro a su pasado durante la lucha armada, hoy les resultó relativamente sencillo mimetizarse, entre las víctimas que ellos mismos produjeron. Sobre todo después de la acción militar, contraterrorista de los 70, que les dio la oportunidad de reclamar los derechos que les son propios a las víctimas civiles, ajenas a los conflictos.
Hoy, los ex terroristas dan batalla para continuar con el rol de víctimas, buscando consolidar la doctrina del terrorismo de Estado con claros horizontes jurídicos internacionales.
Sin embargo, la izquierda reaccionaria y las organizaciones de derechos humanos defensoras de los terroristas, no pueden continuar ocultando que estos últimos atacaron a la población civil, tanto en gobiernos de facto, como en los gobiernos de iure. Es precisamente en el de Perón, donde la justificación de las acciones en pos de la supuesta liberación de la opresión, son doblemente inaceptables: en primer lugar porque había un gobierno legal y legítimo, en segundo lugar porque no puede tolerarse el ataque a los civiles, aún ante el supuesto ejercicio del derecho a la rebelión contra la opresión como bien lo destacó Kofi Annan.
Entre el 25 de mayo de 1973 cuando asumió como presidente Héctor Cámpora, y junio de 1975, pleno gobierno de Isabel Perón, se llegaron a contabilizar 5079 hechos terroristas. Las víctimas de estos hechos, como las del resto de los atentados, son negadas por el Estado Argentino mientras sus victimarios ocupan su lugar.
* Foto de la Bomba puesta por Montoneros en el Edificio donde vivía el Alte. Lambruschini. Murieron su hija de 15 años, 2 vecinos, varios heridos y daños a las propiedades linderas. El edificio fue posteriomente demolido, dado que la bomba había destruído 4 pisos del mismo.